Yo traigo el reloj encima.
Tengo las manos atadas,
y al asiento de trabajo,
las posaderas pegadas.
Pues mi amado tiempo libre
se fue, junto a la ventana.
Las cuatro paredes reinan,
soberbias como murallas
impenetrables. La luz
crea, cuando no se apaga,
una iluminación
tenue, mas, mejor que nada.
Pero con los quehaceres
esa luz viene menguada;
y la luz es el tiempo, pues
crece del sol y del agua
todo en este lindo mundo.
El tiempo de uno no basta.
Si resto mi tiempo libre
de las horas ocupadas,
tan poco me queda hoy
que se suma al de mañana.
¡Ay! Se me terminó el ocio,
del poema el manantial.
Quizá al tiempo libre, ¡no haya
modo de resucitar!