Cuerpo, ¿jaula del alma?
No: lienzo, tambor, barro, página.
Todo a la vista:
Los ojos iluminan lo que los oídos vociferan,
pero los párpados me apantallan los sueños
que las cejas solapan.
Sólo los delata
la brisa entre las pestañas.
Los labios les dan alas a las
palabras que pasan por la malla
de mis dientes.
La nariz y la lengua trabajan enyugadas
en producir sabor y saber.
Me late que el pecho
me soporta hombros, cuello y cabeza,
y el peso de toda esa infraestructura
hace brotar:
dos pezones.
El codo me extiende la generosidad,
el brazo me echa una mano,
las costillas me cuentan las cosquillas,
las rodillas me hacen cuclillas,
cada pierna me da pie.
El sexo me da dónde agarrar—
(y las pompas dónde asentar)
—las ideas.
El ombligo me sujeta cual tachuela
cuando estiro las extremidades
a la vitruviana,
las vísceras golpeando tatúes
sorprendentemente irregulares
desde adentro,
mientras las palmas sobre la panza
imponen varios ritmos
complicados pero precisos
desde afuera.
Los dedos son para abrir senderos
entre los cabellos,
sensores del cerebro,
y las uñas para trazarme los cauces
subcutáneos
de la sangre.
De tripas corazón y de lágrimas pulmón
pero qué hay de mí sin la piel
que me abriga los músculos y los huesos,
la piel que me delimita y me delinea
de lo no-yo;
me incorporo,
puedo solo
expresarme de las más diversas maneras,
así, articulado
y así, agradecido
como me encuentro y me palpo este día de hoy.
Cuerpo, ¿jaula del alma?
No: lienzo, tambor, barro, página.
Saturday, October 24, 2009
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