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Coatlicue, diosa de la tierra, barría en Coatepec, el monte de la serpiente.
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Una bola de plumas de colibrí le cayó del cielo.
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Coatlicue recogió las plumas resplandecientes y vibrantes y se las puso en el pecho.
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Sorprendentemente, como milagro divino o bien como broma de los dioses, Coatlicue se quedó embarazada.
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Pero su hija Coyolxauhqui se enojó y acudió a sus cuatrocientos hermanos para que atacaran a su madre. Decidieron matarla por su vergonzoso método de concepción.
Mientras tanto, Coatlicue dio a luz (y no sólo de manera figurada sino literalmente) al dios del sol.
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Huitzilopochtli nació feroz, vestido en su armadura de plumas de colibrí y con su xiuhcoatl, una serpiente de fuego que era arma de los dioses.
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Degolló a su hermana Coyolxauhqui y tiró la cabeza al cielo, donde quedó como la luna. Mató a sus cuatrocientos hermanos y los convirtió en estrellas.
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Huitzilopochtli, el hijo heroico, se hizo dios del sol, y convirtió a su madre en diosa de la tierra.