Entre los acordes 7 y 8 restallaron toses, entre el 12 y el 13 alguien raspó enérgicamente un fósforo, entre el 14 y el 15 pudo oírse distintamente la expresión 'Ah, merde alors!' proferida por una jovencita rubia.
El abismo cómico entre las serias expectativas del público y la realidad banal del recital abre este espacio de 'desconcierto,' una profunidazación del aspecto temporal, inevitable como dimensión artística en la música tanto como en la literatura. Semejante es la reacción del narrador incauto en "La banda," ante un concierto insólito y sin previo aviso, de una banda de mujeres, donde unas pocas de ellas tocan sus instrumentos de veras (y mal), mientras que la mayoría tan sólo juguetean con los instrumentos.
Tenía al mismo tiempo ganas de reírme a gritos, de putear a todo el mundo, y de irme.
Claro que la simultaneidad de condiciones contradictorias, o aun estados opuestos y ostensiblemente irreconciliables, es una marca registrada de la narrativa del maestro argentino.Tal vez el mayor 'desconcierto' sea el que emerge, no sin presagio pero sí con una fuerza sorpresiva, al final del concierto en "Las ménades." El narrador esnob, que no entiende ni disculpa el desenfrenado entusiasmo de los demás, paulatinamente se da cuenta de lo que está presenciando. En medio de un párrafo largo describiendo el final de la Quinta sinfonía de Beethoven, que remata el concierto:
Casi nadie oyó el primer grito porque fue ahogado y corto, pero como la muchacha estaba justamente delante de mí, su convulsión me sorprendió y al mismo tiempo la oí gritar, entre un gran acorde de metales y maderas.
Los gritos se multiplican, acompañados por movimientos bruscos de varios entre las plateas, hasta que al tocar los útimos acordes, el director y los músicos son atacados por un público abandonado al frenesí orgiástico del título (las ménades eran las seguidoras de Dioniso que se descontrolaban en ritos violentos). El narrador / testigo, que nos provoca por lo mucho que deja sin decir, al salir por fin del teatro se topa con la que parece ser la jefa de las ménades:
[...] en ese momento asomaron al foyer la mujer vestida de rojo y sus seguidores. Los hombres marchaban detrás de ella como antes y parecían cubrirse mutuamente para que no se viera el destrozo de sus ropas. Pero la mujer vestida de rojo iba al frente, mirando altaneramente, y cuando estuve a su lado vi que se pasaba la lengua por los labios, lenta y golosamente se pasaba la lengua por los labios que sonreían.
Con esa repetición muy adrede de "se pasaba la lengua por los labios" termina el cuento, y los lectores quedamos intrigados, perplejos, maravillados ante el desatado poder emotivo de ese movimiento a través del tiempo que es la música, y también la narrativa.
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