Nos dio mucho gusto estar con Uds. Uds. nos recibieron y nos llevaron a su casa, y allá comimos y dormimos, y pasamos mucho tiempo con Uds. Gracias, hijita, gracias, porque nos dio mucho gusto estar con Uds. Lo pasamos muy bien con Uds. allá en su casa.
Escuché estas palabras, que mi suegro le decía a mi hija, en una sala de espera en el aeropuerto de Dallas. Mis suegros regresaban a México, después de haber pasado unas semanas con nosotros en Oklahoma. Como digo, escuché estas palabras con compasión, reconociendo como siempre la voz de mi suegro y su manera de hablar.
Pero de repente pensé en la categoría de discursos nahuas que se llaman huehuetlatolli, o "discursos de los ancianos." Me di cuenta de que mi suegro, con sus setenta años y su apellido náhuatl, y a pesar de su Alzheimer's, estaba en ese momento incorporando aquella tradición mesoamericana.
Y pensé: no es exageración. Esos discursos se memorizaban, se pasaban de padres a hijos para ser recitados en eventos especiales, tales como despedidas y bienvenidas, la mayoría de edad, la encomendación antes de una batalla, etc. Eran, y son, discursos que destacan lo formulaico de la retórica náhuatl, con sus difrasismos, paralelismos, y repeticiones típicas de un idioma más hablado que escrito.
Pensé en otras ocasiones en las que había yo presenciado los huehuetlatolli de mi suegro quien, por ser el mayor de siete hijos, tal vez heredó ese estilo: cuando le pedí la mano de su hija en matrimonio (¡el "rollo" que nos echó aquella tarde!); los varios brindis de Año Nuevo y otros eventos por el estilo; las presentaciones formales, que había tenido que traducir yo, ante mis parientes.
Y sin duda, con los siglos y con el idioma castellano se han modificado los huehuetlatolli. Y tal vez mi suegro incorpora la tradición menos por práctica familiar que por el estilo general del habla mexicano (aunque creo más bien que importan los dos factores por igual). Pero afirmo que eso fue lo que reconocí en las palabras de mi suegro, que le seguía hablando a mi hija:
Qué bueno que pudimos jugar juntos, y bailar juntos. Escuchamos mucha música. ¡Tú bailas muy bien! Por eso vinimos tu abuelita y yo, para jugar con Uds. y bailar con Uds. Por eso nos gusta venir a estar con Uds, contigo y con tu hermanita y con tu papá y tu mamá. Por eso vinimos. Pero ya es la hora de que nos vayamos.
Yo creo que son precisamente el ritmo y la repetición del discurso que le ayudan a mi suegro a continuar incorporando la tradición a pesar de su Alzheimer's. Cuando había acabado de hablar, le conté a mi hija la importancia, como legado cultural, de lo que había escuchado. Le aconsejé que atesorara esos momentos vividos con el abuelo. Después, rumbo a casa, compartí la observación con mi esposa también. Concordamos que sí, bien parece ser que la tradición oral de los huehuetlatolli vive aun en mi suegro, aunque dudamos de que pueda sobrevivir otra generación.
Mientras tanto: momentos preciosos, el descubrimiento de un tesoro florido.
Saturday, November 27, 2010
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